'Dora Maar con uñas verdes', pintado por Picasso en 1936, y 'Dama con lacre', por Paul Klee en 1930. Sucesión Picasso / Museum Berggruen

El Picasso «sinfónico» y el Klee «camerístico» sintonizan en el Thyssen

Arte ·

Los dos geniales «destructores de la realidad» se confrontan en 60 obras maestras de la colección Berggruen

Domingo, 9 de noviembre 2025, 00:25

«Pablo Picasso es una gran sinfonía y Paul Klee es música de cámara». Olivier Berggruen, hijo del legendario coleccionista y marchante alemán Heinz Berggruen, describe con esta metáfora a los dos artistas predilectos de su padre, quien reunió en su colección obras de «los dos mayores genios de la pintura del siglo XX».

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Ahora, esos acordes plásticos tan distintos como complementarios suenan acompasados en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, que presenta una brillante exposición donde ambos colosos «sintonizan» de nuevo, tras medierse en Berna en 2010.

Las obras, procedentes del Museo Berggruen de Berlín –cerrado por obras desde hace cuatro años–, han viajado a España para confrontarse con las del Thyssen. «Tenemos a dos genios dispares, dos 'pablos', Picasso y Klee, dos grandes colecciones y dos museos situados ante el espejo», celebra el juego de dobles parejas Guillermo Solana, director artístico del museo madrileño, encantado de albergar «el segundo gran duelo de titanes del otoño» semanas después de tirar del hilo que conecta a Jackson Pollock y Andy Warhol en otro 'dueto' de gigantes.

'Arlequín sentado', 1905, de Picasso y'Arlequín en el puente', 1920, de Klee. Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie

«Es un gran regalo para el Thyssen», añade Paloma Alarcó, conservadora de pintura moderna y comisaria de 'Picasso y Klee en la colección de Heinz Berggruen', junto a Gabriel Montua, director del museo berlinés. La exposición, abierta hasta el 1 de febrero, reúne 60 piezas excepcionales organizadas en torno a cuatro ejes temáticos: retrato, paisaje, bodegón y desnudo, géneros que Picasso y Klee revolucionaron. Gigantes de la modernidad, Picasso (1881–1973) y Klee (1879–1940) removieron los cimientos del arte del siglo XX agitando el surrealismo, el expresionismo y el cubismo. Maestros del dibujo, deformaron rostros y cuerpo jugando con máscaras e ironía.

Alarcó subraya las «personalidades opuestas» de ambos creadores. «Picasso es terrenal, excesivo, meridional y sensual; Klee es introspectivo, nórdico, espiritual e intelectual», enumera. «Una profunda afinidad les unió pese a sus diferencias», dice.

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'El jersey amarillo', 1939, de Picasso y 'La señora R, viajando por el sur', 1924, de Klee.

«Compartieron un mismo espíritu de experimentación, repertorios temáticos y procesos creativos semejantes», sostiene la comisaria. «Sus fórmulas, tan antagónicas como revolucionarias, destruyeron la realidad a través de un lenguaje plástico radical. Cambiaron para siempre el modo de mirar y de entender el mundo contemporáneo», señala.

La muestra homenajea a dos grandes mecenas: Heinz Berggruen (Berlín, 1914–París, 2007) y el barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza (La Haya,1921– Girona, 2002) confrontando sus logros. «Ambos alemanes, expatriados, coleccionistas y fundadores de dos grandes museos», recuerda Solana.

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'Silenos con danzantes' (1933). Pablo Picassso. Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie

Nacido en el seno de una familia de clase media berlinesa, Berggruen estudio Literatura en Francia y fue periodista antes de exiliarse con el ascenso del nazismo. En San Francisco comenzó su vida de marchante trabajando con Diego Rivera. Sería soldado americano en Europa y colaborador de la UNESCO. En 1950 abrió su legendaria galería de arte moderno en París, donde durante tres décadas proveyó de obras de vanguardia a clientes selectos como el propio barón Thyssen.

Pasión

Su pasión coleccionista nació con una acuarela de Klee adquirida en 1940. Desde 1980 se dedicó a ampliar una exquisita colección de arte moderno que el Gobierno alemán adquirió en 2000. Con el Museo Berggruen, integrado hoy en la Neue Nationalgalerie de Berlín, cumplió su sueño: conservar unida su colección y compartirla con el gran público, como hizo el barón Thyssen con la suya en 1993.

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Una de las piezas que Berggruen vendió al coleccionista suizo fue 'Arlequín con espejo' (1923), icónico 'picasso' hoy símbolo de la colección Thyssen que antes colgó en el salón parisino del marchante alemán. «Coleccionó a pocos artistas –Cézanne, Matisse, Giacometti…–, pero en profundidad», destaca su hijo Olivier. Confiesa que su padre tuvo «una relación complicada» con el Picasso tardío, «aunque terminó coleccionándolo».

Despertar. (1920). Paul Klees. Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie

«Yo fui mi mejor cliente», escribió en sus memorias el avisado marchante y gran filántropo que donó 90 obras de Klee MoMA de Nueva York y otras 13 al Museo de Arte Moderno de París.

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La exposición incluye también obras de algunos maestros antiguos que inspiraron a ambos artistas. Piezas como la 'Ninfa de la fuente' (h. 1530–1534), de Lucas Cranach el Viejo, en la sección de retratos, o 'Vista de La Haya' (h. 1690), de Gerrit Berckheyde, en la de paisajes.

Detelle del retrato de Helmut Newton hizo a Heinz Berggruen y Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza. en 1988. Museum Berggruen, Neue Nationalgalerie.

Encuentros y desencuentros en un mundo al borde del abismo

Picasso y Klee coincidieron en un par de exposiciones colectivas en París en los años 20, pero no fueron amigos. Se admiraban y se vieron al menos tres veces, la última en 1935 en Berna, cuando el artista suizo estaba ya muy enfermo. El malagueño acudió acompañado de un amigo, pero se entretuvo bebiendo. Llegó tarde y achispado a la cita, lo que incomodó al estricto y formal Klee. Picasso cogió un dibujo del suizo sin saber si lo colocaba boca arriba o boca abajo. «Mírelo por donde quiera, porque ahora todo está patas arriba y da igual. El mundo se viene abajo», le espetó Klee. Una frase que para Alarcó es «una metáfora del convulso momento histórico que vivían».

«El crítico Clement Greenberg escribió que entre ambos había una oposición parecida a la que existió entre la Escuela de Siena y la de Florencia en el Renacimiento», recordó Solana. «Una relación análoga a la que se establece entre Sassetta y Masaccio: entre la página y el muro, lo la caligrafía y la plasticidad, la miniatura y lo monumental».

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