«Ana está tocada por una varita mágica. En noviembre también salvó la vida de mi hijo»
Iván, padre de un niño de once años, narra cómo la enfermera que protagonizó el 'milagro de Año Nuevo' en Benidorm, reanimó a su hijo tras sufrir una parada cardiorespiratoria
«Ana está tocada por una varita mágica». Al otro lado del teléfono es Iván quien pronuncia esa frase. Iván es padre de un niño de once años que, como todos sus compañeros, está estos días en casa disfrutando de sus vacaciones y ultimando su carta a los Reyes Magos. Iván acaba de leer la preciosa historia humana de Ana Hoyo y su marido, Jorge Hurtarte, los dos sanitarios que el día de Año Nuevo salvaron la vida de una niña de dos años en pleno paseo de Levante de Benidorm. Y a Iván se le ha removido algo por dentro. Iván es puro agradecimiento y admiración por Ana. Porque Ana, la heroína de Año Nuevo de Benidorm, salvó la vida del hijo de Iván… hace sólo dos meses.
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Aquel día comenzó para la familia de Iván como cualquier otro día del año. Era lectivo y su hijo hizo la mochila, se puso el uniforme y se marchó al Colegio Internacional Lope de Vega, centro privado de la capital turística de la Comunitat Valenciana en el que estudia. En el horizonte cercano, las primeras clases del día, el patio y las cosas típicas de un día de cole. En el más lejano, las vacaciones de Navidad que ya comenzaban a acercarse.
Pero algo sucedió esa mañana. A las nueve, el hijo de Iván estaba junto a su taquilla cuando, sin previo aviso, cayó desplomado al suelo. La imagen, sólo de imaginarla, provoca pavor. Sus compañeros y sus profesores dieron la voz de alarma y allí, de repente, apareció Ana Hoyo, enfermera del centro.
Como haría menos de dos meses después en plena calle, un día de Año Nuevo, Ana comenzó con el protocolo habitual en estos casos. Primero comprobó el nivel de consciencia del niño: nada. Con temor, afrontó el segundo paso, comprobar si el niño respiraba: nada. El peor de los escenarios posible, lo imaginable, se hizo realidad: el niño, de once años, había sufrido una parada cardiorrespiratoria.
Un colegio preparado
Lo que pasó en los minutos siguientes fue crucial. Ana dirigió las acciones a realizar. Se avisó al 112 y, mientras la ambulancia hacía volar sus rotativos azules sobre el asfalto de las calles de Benidorm, la enfermera comenzó con las maniobras de reanimación ayudada, porque por fortuna el Colegio Internacional Lope de Vega dispone de uno de estos dispositivos, de un Desfibrilador Externo Semiautomático (DESA).
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Masaje cardiaco, ventilaciones, descargas, médicos que llegan, una ambulancia que inicia el camino hacia el hospital. Es entonces cuando comienza la pesadilla real de Iván y su familia. Su hijo, de sólo once años, se debate entre la vida y la muerte.
«Si no es por Ana, mi hijo no estaría aquí en este momento», insiste un padre que no puede ni quiere ocultar su inmenso agradecimiento a la mujer que le devolvió la vida a su retoño. «Nos lo dijo el cardiólogo del hospital: si Ana no hubiese actuado tan rápido, no podrían haber hecho nada. Ella le salvó la vida».
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Rápida recuperación
El hijo de Iván pasó nueve días en la UCI del hospital y ahora, completamente recuperado, hace semanas que volvió al cole y que disfruta de las vacaciones de Navidad. Su vida ha vuelto a lo que tiene que ser la vida de un niño de su edad: ilusión por la llegada de los Reyes Magos y algo de fastidio al pensar en los madrugones, los deberes y los exámenes que le esperan. A los juegos con sus amigos. A los paseos con la familia. En definitiva, a ser un niño.
Una vida «completamente normal», reconoce Iván. Una vida que sigue gracias a Ana, sí; pero también a un centro escolar preparado para este tipo de situaciones, a un sistema público de salud que dispuso de profesionales que volaron en ambulancia hasta el colegio y que trasladaron al pequeño al hospital. A unos cardiólogos que se volcaron con el niño y que le implantaron «un desfibrilador subcutáneo» que ahora sigue llevando y que, poco a poco, quedará como el único mal recuerdo de un día que comenzó como otro cualquiera, que derivó en pesadilla y que, al final, se quedó en un sueño. Un sueño de agradecimiento infinito de Iván y toda su familia a Ana, sí; pero también, insiste, al colegio y a todos los sanitarios que obraron el milagro.
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