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Guardamar se ha convertido en uno de los lugares escogidos por el Gobierno central para alojar, provisionalmente, a parte de los migrantes llegados a España de manera irregular. Debido al colapso que la avalancha de cayucos ha provocado en las islas Canarias y a la imposibilidad de acoger a todos los llegados por mar, desde el Ministerio de Migración han coordinado junto a varias ONG, como CEAR o Cepaim, su traslado y alojamiento en determinadas provincias.
Primero fue un hotel del centro de Guardamar el elegido para albergar a estos jóvenes. Sin embargo, a raíz de varios incidentes ocurridos durante el verano, estos fueron trasladados al albergue Costa Blanca Explore, a las afueras del municipio. El centro, que ofrece unas condiciones mucho más apropiadas para alojarlos, cuenta con grandes espacios abiertos con pistas deportivas y un albergue y un hostal, todo en un espacio que se extiende en 150.000 metros cuadrados y que TodoAlicante ha podido conocer de primera mano.
Allí, este diario ha hablado con varios de los jóvenes que llegaron a Guardamar a través de estos programas del Ministerio de Migraciones e Inclusión, conociendo más a fondo las historias personales hasta llegar a una de las camas de Guardamar.
Uno de ellos es Boubacar, un joven senegalés de aspecto esbelto, de 1,80 metros de altura aproximadamente y sonrisa tímida en la cara. El joven nos recibe mientras se prepara un plato de pollo en una cocina común en un recinto apartado del albergue principal. Allí se alojan otros migrantes de distinto programa a los 341 que acoge actualmente Costa Blanca Explore.
Boubacar vive con cuatro amigos en una habitación con varias literas. Lo hace momentáneamente, mientras logran ahorrar para conseguir pagarse un piso. Y es que los jóvenes consiguieron el permiso de trabajo y actualmente están empleados en una importante empresa agrícola del municipio, donde realizan varias tareas en distintas franjas horarias, principalmente durante la tarde o a primera hora de la mañana.
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El joven cuenta con un español más que aceptable que, como muchos otros, llegó a Canarias por mar. El senegalés relata que pasó «ocho días» en un cayuco hasta alcanzar el archipiélago. Fueron momentos «duros», en los que dejó todo atrás y a su familia en Senegal. Una vez llegó a las islas entró en el programa del Ministerio, siendo transportado a El Hierro.
De ahí comenzó una odisea en la que recaló en varias provincias (Málaga y Huesca) antes de llegar al complejo de Guardamar, a donde entró en noviembre del pasado año gracias al programa de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). En el complejo de Costa Blanca Explore estuvo seis meses junto con otros cuatro chicos africanos, hasta que consiguieron el asilo y el permiso de trabajo el pasado 30 de junio.
Parecía que haber conseguido trabajo le permitiría dejar atrás sus complicaciones, pero nada más lejos de la realidad. El director comercial y socio del complejo, Gonzalo Monfort, explica junto al chico a este diario que, tras abandonar las instalaciones (por haber conseguido empleo y asilo), se encontró días más tarde a Boubacar y a sus amigos durmiendo en una gasolinera abandonada de los alrededores.
Allí los jóvenes africanos habían montado varios colchones y descansaban en el área antes de acudir a trabajar. Monfort recuerda que habló con Boubacar, quien explicó que no habían podido conseguir piso al no tener todavía nóminas que presentar para el alquiler y demás documentos que se requieren. Los jóvenes llevaban más de una semana durmiendo en la zona.
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En ese momento el directivo decidió acoger en un lugar del complejo a los cuatro, quienes pernoctarán en estas instalaciones hasta finales de año, con el propósito de que consigan suficientes ahorros para poder costearse una vivienda compartida.
Boubacar explica que «estoy muy feliz de estar en España» y recuerda con pena y timidez en sus ojos la travesía «muy dura» que pasó en el mar, dejando atrás su patria en busca de un futuro mejor. El joven acaba de relatar sus vivencias y con una sonrisa nos despide y acude de nuevo a comerse el pollo antes de marcharse a trabajar a la empresa junto con sus compañeros.
Al igual que Boubacar muchos de estos migrantes «vienen para trabajar», explica el director comercial del centro al diario mientras pasea por el complejo donde se alojan estos jóvenes, quienes realizan talleres, juegan al fútbol o se resguardan debajo de los árboles buscando una sombra donde charlar entre ellos.
Allí, en el albergue se alojan 341 migrantes de múltiples procedencias de África. Senegal, Libia, Mauritania, Argelia o Marruecos son algunos de los países de origen de estos jóvenes, quienes tienen en común que todos profesan la religión musulmana.
Para Monfort la historia de Boubacar es inspiradora y sirve de reflejo de lo que estos jóvenes pueden llegar a conseguir. El papeleo es el principal escollo para muchos de ellos, quienes aguardan en este complejo hasta que les den el visto bueno para comenzar una nueva vida. Mientras tanto acuden a talleres y reciben clases de español de la mano de voluntarios de las ONG para favorecer su integración.
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