Carlos Jarque, el guardián de la pólvora se despide tras décadas de servicio en Alicante
El guardia civil, alma y seguridad de las mascletàs de las Hogueras, inicia su paso a la reserva tras velar, durante muchos años, por la fiesta que ha marcado su vida y trayectoria
A veces, el héroe más grande es aquel que no busca aplausos, sino que garantiza que los demás puedan aplaudir en paz. Ha sido este domingo, mientras el cielo de Alicante volvía a temblar en una mezcla de fuego, truenos y emoción, cuando la ciudad ha sido testigo de un momento irrepetible: la última mascletà profesional de Carlos Jarque como miembro del equipo de Inspección y Seguridad Privada del área de Intervención y Explosivos de la Comandancia de la Guardia Civil de Alicante.
Esta vez, el estruendo no solo ha sido pólvora. Ha sido orgullo, gratitud e historia. Y es que las Hogueras de Alicante, fieles a su espíritu de reconocer a quienes las hacen posibles, han ofrecido a Jarque un honor reservado a muy pocos, el de encender la traca inicial, dar ese primer impulso al espectáculo que él mismo ha resguardado durante sus años de servicio.
Y cuando ha prendido la mecha, no solo ha dado lugar a una mascletà que ha desatado el rugido de la bestia -esa que bien saben sacar los pirotécnicos de Coeters Dragón-, pues también se ha cerrado un capítulo que quedará grabado para siempre en el libro de oro de las Hogueras de Alicante.
Un oficio que es también pasión
Durante más de dos décadas, Carlos Jarque ha sido la mirada atenta antes de cada estallido, el pulso sereno entre cientos de kilos de pólvora, el profesional que llegaba antes que nadie, revisaba, aseguraba y certificaba. El hombre que conocía el arte del fuego y lo trataba con el respeto y la admiración que solo alguien profundamente encandilado de esta tradición podía sentir.
No solo inspecciona mascletàs, también las vive
Cada trueno es un latido. Cada nube de pólvora, una emoción que se le ha clavado en la memoria. Cada vibración en el suelo, un recordatorio de que la fiesta es también alma, identidad y familia. Y esta lo sabe bien. Aunque de raíces extremeñas, Carlos ha crecido al calor de Alicante, inhalando su viento mediterráneo y aprendiendo a querer lo nuestro como quien ama la tierra que lo hace persona.
Además, el compromiso con el servicio público lo lleva en la sangre. Su padre ya formó parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y su hermano continúa también en la Comandancia Guardia Civil de Alicante, patrullando desde el Servicio Marítimo las aguas mediterráneas que abrazan la ciudad.
El legado de los que siempre están
Hay personas cuya misión es proteger lo que otros celebran. Gente que se mezcla entre la multitud sin pedir reconocimiento, que hace que todo funcione sin que casi nadie repare en ellos. Así es Carlos Jarque, guardián de la pólvora, defensor de la seguridad y custodio de una tradición que late fuerte en el corazón de los alicantinos.
Cuando el próximo 30 de diciembre pase oficialmente a la reserva, no se apagará ninguna luz. Al contrario, brillará más fuerte el legado de quien puso su vida, su profesionalidad y su alma al servicio de su tierra. Porque Alicante seguirá estallando de emoción y, en cada mascletà, en cada trueno y petardo que haga vibrar el pecho, habrá un eco de su trabajo.
Gracias, Carlos, guardián de la pólvora. Gracias por estar cuando nadie miraba. Por cada mañana de revisión. Por cada mascletà que hemos disfrutado sin miedo. Por convertir tu deber en un acto de generosidad hacia esta ciudad y su cultura. Tu nombre forma parte del sonido que nos une.