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Para algunos, 100 años no es mucho; para otros, es la historia de una vida. Un siglo en el que el trabajo de un matrimonio hizo de Crevillent tierra de alfombras, producto por el cual es conocido internacionalmente esta localidad del sur de la provincia de Alicante.
Fue el 12 de noviembre de 1923, en un periodo en el que España entraba en la dictadura de Primo de Rivera cuando Antonio Pérez Adsuar abrió una fábrica con telar a mano de pita, sentando las bases de lo que sería su futuro negocio, Alfombras Imperial, que hoy sirve sus telares y moquetas por todo el mundo.
La empresa crevillentina fabrica sus productos desde su nave de 6.000 metros cuadrados ubicada en el Polígono Industrial Este y ha alfombrado y enmoquetado proyectos de todo el globo, como el Gran Meliá Palacio de los Duques, en Madrid, el Hotel ME de Londres o el Hotel Plaza Athenee en París. Capitales que van por toda Europa hasta llegar a Oceanía, pues en la Ópera de Sidney hay moqueta de Alfombras Imperial.
No es de extrañar que esta empresa, que gestiona la cuarta generación de la familia, viaje por todo el mundo. El 90% de su producción se destina a exportación y están presentes en países como Bélgica, Marruecos, Irlanda, Finlandia o Reino Unido.
Una empresa que, aun con éxito internacional, sigue manteniéndose fiel a sus raíces. El gerente de Alfombras Imperial y biznieto del fundador, Salvi Pastor, resalta la importancia de que la empresa siga fiel a los valores familiares. «Probablemente lo más bonito es la duración en el tiempo, ver que la ilusión de los fundadores se cumple con el esfuerzo», explica Pastor.
Para él esta «historia viva de Crevillent» hace que sea especial la empresa. «La cercanía, los detalles, el conocer a todos los empleados y sus familias es algo que hace que los vínculos de unión entre las personas sean más fuertes y duraderos», explica Pastor sobre la 'receta secreta' para triunfar durante todo un siglo.
Si algo tiene claro el gerente de Alfombras Imperial es la importancia de la figura de sus bisabuelos en el negocio y la historia de Crevillent, de quienes asegura que «siempre estaban preocupados por sus empleados y por las necesidades del pueblo». Una manera de entender el negocio que se ha trasladado hasta la cuarta generación.
Al igual que todas las historias de éxito, la de Alfombras Imperial no está exenta de baches. Todo iba viento en popa cuando Antonio Pérez y su mujer Candela Molina decidieron embarcarse en 1923 en la aventura de fabricar alfombras, que hacían a mano desde una pequeña fábrica en Crevillent.
El diseño del famoso leon «imperial» abrazando la rueda dentada de hilar fue diseñada por un creador alemán para ilustrar la idea de empresa que Pérez tenía, inscribiendo el nombre y logo en el Registro Mercantil allá por 1933, tan solo tres años antes del desastre.
Y es que en 1936 la Guerra Civil obligó a Pérez a marcharse de Crevillent. Con la excusa de un viaje de negocios a Brasil, el crevillentino se exilió a Casablanca hasta el fin del conflicto, volviendo a Alicante y teniendo que enfrentarse a un juicio, que ganó, para poder deshacerse de los embargos y responsabilidades políticas que le culpaban.
Lo que más ha marcado en los años de historia es la figura del fundador, Antonio Pérez Adsuar, y la de su esposa, Remedios Candela Molina, como matrimonio ejemplar y siempre preocupados por sus empleados y por las necesidades de Crevillent.
A partir de ahí, el negocio comienza a ir viento en popa, con la transformación en sociedad anónima y la incorporación de una segunda generación que más tarde daría paso a la siguiente, y a la siguiente. Con 600 empleados y unos 8.000 metros cuadrados entre sus cuatro fábricas, la empresa creció exponencialmente.
Entre lo que más destaca el bisnieto del fundador es precisamente la figura del matrimonio que lo empezó todo. Pastor asegura que sus bisabuelos eran conocidos en Crevillent por ser «un matrimonio ejemplar y estar siempre preocupados por las necesidades del pueblo».
Ambos han recibido numerosos reconocimientos que les han valido el cariño del pueblo. De hecho, Antonio Pérez llegó a ser vicepresidente de la Diputación Provincial de Alicante y presidente del Sindicato Local Textil.
El fundador cuenta además con la la medalla de Oro de la Dama de Elche o la Medalla al Mérito en el Trabajo, concedida en 1966 como reconocimiento a la primera industria alfombrera.
Si algo tiene claro Salvi Pastor es que no hubiera cambiado las decisiones tomadas por las anteriores generaciones. «Es difícil, ya que siempre se toman decisiones que se consideran más correctas en un momento determinado con la información que tienen y no es justo con el tiempo volverlas a juzgar», explica el gerente de Alfombras Imperial.
Pastor destaca el cambio que se ha producido desde la empresa para adaptarse a los nuevos tiempos, pero sin perder el sentido original de la compañía. «En general, siempre la empresa familiar intenta estar con los cinco sentidos puestos en el mercado, tanto a nivel de productos como clientes».
Salvi Pastor
Gerente Alfombras Imperial y cuarta generación
Clientes que van desde particulares hasta hoteles de lujo de cuatro y cinco estrellas. Sus coloridas alfombras se pueden ver en los suelos de establecimientos como el Hotel Wellington, el Hotel Palazzo Naiadi y el Hotel Eden en Roma o el Hotel St. James en París.
A pesar de nutrir a grandes proyectos del panorama internacional, desde Alfombras Imperial destacan que el crecimiento en el resto del mundo se ha realizado «sin dejar de lado el mercado nacional, que progresivamente continúa activándose». Explican que grandes cadenas hoteleras «confían en la empresa la fabricación de sus moquetas y alfombras».
Una empresa que, entre hilos y telares, lleva 100 años haciendo aquello por lo que se conoce a Crevillent: hacer alfombras. En la cuarta generación y con multitud de condecoraciones, la compañía cumple 100 años en un estado de salud excelente y con el recuerdo de sus fundadores más vivo que nunca, porque de eso va la empresa familiar, de recordar, para poder seguir teniendo la llama viva.
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Óscar Beltrán de Otálora e Isabel Toledo
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