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Sr. García
FBI: Objetivo Fischer
Cuentos, jaques y leyendas

FBI: Objetivo Fischer

Regina Fischer, la madre del ajedrecista más legendario de todos los tiempos, fue perseguida por agentes federales durante décadas. El carácter excéntrico y paranoide de Bobby Fischer solo puede explicarse a partir de un dramático relato familiar

Manuel Azuaga Herrera

Domingo, 26 de febrero 2023, 12:35

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La noche del 26 de marzo de 1958 Bobby Fischer apareció en 'I've got a secret', un programa de televisión de la cadena NBC en el que un grupo de panelistas, un jurado de presentadores, debía averiguar cuál era el secreto, la hazaña o la habilidad de los invitados. Pocas semanas antes, en el Manhattan Chess Club de Nueva York, Bobby se había proclamado, con solo 14 años, campeón nacional de ajedrez, por delante de Samuel Reshevsky, el gran favorito. Fischer no perdió ninguna partida y se convirtió en el ajedrecista más joven en lograr el campeonato absoluto de Estados Unidos. Esa noche, en el plató, Bobby coincidió con la actriz Carol Lynley, el jugador de la NBA Oscar Robertson y el cantante canadiense Paul Anka, quien copaba las listas musicales con su éxito 'Diana'.

El presentador, Garry Moore, dio la bienvenida a Fischer como «el señor equis» y le pidió que mostrara a cámara el titular del periódico que llevaba en la mano. Fischer enseñó en primer plano la portada: «La estrategia de un adolescente derrota a todos sus rivales». Esa era la pista para descubrir su identidad. Dick Clark, uno de los panelistas, preguntó: «¿Está relacionada esa estrategia con las finanzas?». Fischer negó. «¿Tuviste alguna ayuda?», insistió Clark. Misma respuesta. «¿Lo hiciste solo? ¿Hiciste feliz a la gente?». Con un ligero arqueo de cejas, Fischer respondió: «Me hizo feliz a mí». El público devolvió con risas la ocurrencia del muchacho. Clark continuó con el interrogatorio: «Eso es un buen comienzo… Lo que haces, ¿se lleva a cabo en recintos cerrados?». «Sí», contestó Bobby. En ese mismo instante, una señal acústica sonó con fuerza en el plató. «Has sobrepasado tu tiempo», indicó Garry Moore. «El nombre de este muchacho es Bobby Fischer, tiene 15 años y, escuchen esto, ¡ya es campeón de ajedrez de Estados Unidos!». Aplauso espontáneo.

A continuación, Moore abrió un sobre rosado. Contó a los espectadores que Bobby había sido invitado para enfrentarse en Moscú y en Yugoslavia a otros grandes maestros, y que sería una pena que un americano no pudiera asistir por falta de dinero. Entonces miró a Fischer y dijo: «Aquí tienes dos billetes de ida y vuelta, para ti y tu hermana mayor, para viajar en Sabena Airlines a Moscú». Vemos a Fischer agitado y radiante. Estaba tan emocionado que, al salir del escenario, tropezó con el cable del micrófono de Moore. No cayó al suelo por muy poco. Entre el público, que de nuevo aplaudía con verdadera fogosidad, como si despidiera al héroe utópico antes de que libre la gran batalla, un agente del FBI tomaba buena nota de lo que sucedía. El viaje a Moscú era, realmente, un motivo de sospecha.

Una espía comunista

Desde 1942, el FBI había estrechado el cerco sobre la madre de Bobby, Regina Fischer. Esta circunstancia no fue descubierta hasta 2002, gracias al empeño de los periodistas Peter Nicholas y Clea Benson (marido y mujer, por otra parte), quienes solicitaron un informe de Regina Fischer bajo la Ley de Libertad de Información. La sorpresa del matrimonio fue mayúscula. El expediente que recibieron del FBI sobre Regina contenía más de 900 páginas y una gran cantidad de detalles íntimos sobre la familia Fischer. El ajedrecista Shelby Lyman, comentarista en la televisión estadounidense durante el campeonato por el título mundial entre Fischer y Spassky, se pronunció acerca de este turbio asunto en el magnífico documental 'Bobby Fischer contra el mundo' (2011): «El FBI estaba obsesionado con Regina, a la que consideraban una espía comunista».

Los indicios que motivaron esta obsesión en el Departamento de Justicia se remontan en el tiempo. Regina nació en Ginebra, en 1913, pero cuando tenía cuatro meses sus padres emigraron a Nueva York. Su madre, Natalia Wender, estuvo ingresada durante más de tres años en el Centro Psiquiátrico de Greystone Park. Murió víctima de una enfermedad mental. En 1919, Regina y su hermano mayor, Max, fueron admitidos en el Asilo Hebreo de Huérfanos de Brooklyn. Tras un periodo en el orfanato, los hermanos se reunieron en San Luis con su padre, Jacob, casado ya en segundas nupcias. En lo académico, Regina siempre fue una alumna brillante. En 1932, decidió viajar a Berlín, donde su hermano Max estaba destinado en el Cuerpo de los Marines. En Alemania, Regina conoció al biólogo Herman Muller, un eminente científico –años más tarde, ganó el Premio Nobel–, con quien colaboró en distintos proyectos. Muller aceptó una oferta para trabajar en Moscú y Regina, sin pensarlo demasiado, lo acompañó. En la capital moscovita, Regina estudió Medicina. En algún momento, entró en contacto con otro colaborador del doctor Muller, un biofísico alemán que trabajaba en el Instituto del Cerebro. Su nombre era tan impronunciable (Leiebscher), y sonaba tan judío, que el biofísico se lo cambió por otro más germánico: Hans Gerhardt Fischer. Pocos meses después, Regina y Gerhardt contrajeron matrimonio. Por tanto, es exacto decir que la azarosa aventura de la familia Fischer, paradójicamente, arranca y hunde sus raíces en el corazón de la Unión Soviética.

El FBI consideraba a Regina Fischer una espía y guardaba un expediente de 900 páginas con detalles íntimos sobre la familia

Bobby aprendió ruso de forma autodidacta para estudiar el juego de los campeones soviéticos

El historiador Bill Wall resume como un cuento lo que aconteció desde este punto del relato. En 1938, el matrimonio Fischer tuvo una hija, Joan, nacida en Moscú. El antisemitismo estalinista de aquellos años motivó que la pareja huyera a París en busca de un lugar más seguro. Después, Regina volvió a Estados Unidos con la pequeña Joan. Pero a Hans, de nacionalidad alemana, «no se le permitió» la entrada, por lo que terminó instalándose en Chile. David Edmonds y John Eidinow, en su fantástico libro 'Bobby Fischer se fue a la guerra', se apoyan en los informes secretos del FBI para afirmar que el padre biológico de Bobby Fischer no fue Hans, sino un físico húngaro llamado Paul Nemenyi, con quien Regina Fischer empezó una relación en 1942. He marcado en rojo algunos hitos relevantes en la vida de Paul Nemenyi. En Berlín, fue arrestado por Las Schutzstaffel (SS) de Hitler debido a su afiliación socialista. Llegó a Estados Unidos en 1938. Se dirigió al Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, en busca de Albert Einstein. Le ofreció sus servicios. Finalmente, trabajó con el hijo de Einstein en la Universidad Estatal de Iowa. Recuerden que Bobby Fischer nació en Chicago en 1943. En los registros oficiales consta como padre el nombre de Hans Gerhardt Fischer. Pero el FBI timbró en uno de sus registros el nombre de Paul Felix Nemenyi. A continuación, añadió: «Father of Bobby Fischer».

Parecidos razonables

Regina nunca le contó nada de esto a su hijo. Ella argumentó que en 1942 había viajado a México y se había reencontrado con su marido. Allí habría quedado embarazada. Pero Frank Brady, biógrafo de Bobby Fischer, desmiente la versión de Regina: «Parece que Paul Nemenyi fue el verdadero padre». En términos jurídicos, no resulta una prueba de cargo, pero si buscan una imagen de Nemenyi comprobarán el formidable parecido fisonómico que tiene con Bobby Fischer. Además, no es casual que Paul Nemenyi ayudara económicamente, durante años, a Regina Fischer. Al parecer, enviaba un sobre con veinte dólares cada dos o tres semanas. En alguna ocasión, incluso visitó la casa de la familia Fischer. Y conoció a Bobby, quien ya por entonces era un genio del tablero.

La genialidad de Bobby fue, sin duda, un rasgo hereditario. Regina hablaba seis idiomas (inglés, francés, alemán, portugués, español y ruso) y su padre, me refiero a Paul Nemenyi, fue un experto en el campo de la investigación hidráulica. El coeficiente intelectual de Fischer, a los 15 años, se situaba en el rango 180-187 de la escala Stanford-Binet, una puntuación estratosférica, superior a la de Albert Einstein. Pero, más allá de la predisposición genética, lo cierto es que Bobby Fischer trabajó su talento. Devoraba libros. Los compraba en la librería Four Continents Book Store, situado en Greenwich Village, el principal distribuidor de literatura soviética en Nueva York. Fischer podía pasarse hasta doce o catorce horas seguidas leyendo. Analizaba las partidas de los grandes campeones soviéticos y adoraba, especialmente, el estilo de juego de Mijail Botvinnik. Fue tal su pasión por los libros que aprendió ruso, de forma autodidacta, con el único propósito de que nada escapara a su entendimiento. En el fondo, y a pesar de la distancia, de las noches en vela que pasó en su humilde apartamento de Brooklyn, podríamos decir que Bobby Fischer perteneció a la escuela soviética de ajedrez.

No tengo nada que decirles

La librería Four Continents era otro punto caliente para el FBI. Cualquiera que entrara o saliera del establecimiento se convertía en un potencial comunista. Regina, en un estado de alerta permanente, acumulaba razones para estar preocupada. El teléfono de casa estaba intervenido. Su cuenta bancaria, fiscalizada. Dos agentes federales habían querido interrogarla. «Bobby, si vienen y te hacen preguntas», le dijo un día a su hijo, «aunque solo sea para saber tu edad o a qué colegio vas, solamente responde: 'No tengo nada que decirles'. No cambies las palabras. ¿Me entiendes? 'No tengo nada que decirles'».

Por un tiempo, el círculo que el FBI dibujó alrededor de los Fischer perdió bastante fuerza, pero en 1957 Regina contactó con la embajada soviética en Estados Unidos y, como era de esperar, esta jugada reactivó el protocolo de seguimiento. ¿Para qué se comunica con la embajada?, se preguntaban en el Departamento de Justicia. Regina solo quería hacer realidad el sueño de Bobby, quien le insistía una y otra vez en su idea de viajar a Moscú para jugar contra los mejores ajedrecistas. Meses después, el 7 enero de 1958, Bobby Fischer se convirtió en el campeón más joven de la historia del ajedrez estadounidense. La proeza no estaba en el guion de Regina, al menos no tan pronto, pero supo aprovecharla para jugar su partida. Cuando la cadena NBC quiso llevar a Bobby al plató de 'I've got a secret', Regina puso una sola condición: dos billetes de ida y vuelta para que su hijo, de una vez y por todas, viajara a Moscú.

Así empezó todo.

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