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Más de 30 años como compañeros en la carrera militar. Conquistas como los Alpes, el Himalaya o los Andes. Destinados en Bosnia Herzegovina. Estos dos militares de profesión y escaladores de corazón han visitado varios de los lugares más espectaculares del mundo. ¿Su última parada? La cumbre más alta de Norteamérica. ¿El reto? La subida del eterno congelador.
Alfonso Blas y Carlos Cardelle comenzaron esta aventura hace un tiempo. Cuatro años en los que los dos amigos se entrenaron, estudiaron y analizaron la viabilidad de escalar el Denali, en la cordillera de Alaska. Como inidica Blas, «estas cosas se disfrutan cuando las preparas y cuando las ejecutas, pero cuando más se disfrutan es cuando se cuentan».
En la relación a ello, la Casa del Mediterráneo acogió este martes por la tarde a más de 130 personas para conocer el hito de dos alpinistas que se enfrentaron a temperaturas que alcanzaban los 40 grados bajo cero; que cargaron 60 kg a sus espaldas (45 en trineo y 15 en la mochila) y que superaron viento, nieve y «alguna pájara» para conquistar el Denali con un mensaje de solidaridad.
Tras haberse encaramado a algunas de las montañas más emblemáticas del planeta, los escaladores precisaban de nuevos retos. «Alaska es un territorio impresionante», afirmaba Blas, por lo que ambos, tras investigar sobre otras cumbres, decidieron adentrarse en la aventura americana. Como menciona Alfonso, «el Denali llevaba llamándonos cuatro años».
Y así fue. El 27 de mayo dio inicio la odisea. Tras bajar de la avioneta, Alfonso y Carlos se ven abocados a la soledad de la montaña. El medio de transporte que los acercaba hasta el campamento base del Denali desaparece ante sus ojos. Es en ese instante cuando los alpinistas se dieron cuenta de que «solo dependíamos de nosotros mismos y del compañero de cordada».
Además, la cordillera de Alaska era especial. El mal tiempo, la gran altitud y las ubicaciones geográficas donde suelen ocurrir los accidentes hacen que los rescates dificilmente se realicen a tiempo. Esto supuso un mayor reto, ya que Blas y Cardelle eran los únicos responsables de su propia seguridad.
«Vives dentro de un congelador», destacan los alpinistas. Sin embargo, ambos se toman con alegría el reto. La primera meta era superar el glaciar. Debido a la gran pendiente y altitud, este tramo lo llevaron a cabo en dos días con un descanso intermedio. Con una mochila de 15 kilos y otros 45 apilados en un trineo que llevaban enganchados al arnés, Blas y Cardelle, por fin, alcanzaban a su próximo escalón: el 'medical base camp' (4.200 metros).
Cardelle destacó que una vez llegaran al nuevo campamento, comenzarían a «jugar en una nueva división». Las temperaturas cada vez eran más bajas y los escaladores precisaban de «mucha paciencia» para utilizar las horas de sol que paliarían, en cierta medida, el helor que les envolvía.
Sin embargo, llegar al 'medical' tenía sus ventajas: adiós a los 45 kilos de trineo. A partir de ese punto iniciarían el ascenso a la cumbre únicamente con la bolsa. «Aparcando el trineo, al que nunca nos acostumbramos, volvimos a ser montañeros de mochila», destacan los protagonistas.
Las primeras noticias que reciben en el 'medical' son demoledoras. Nueve personas que habían intentado el ascenso sufrían congelaciones en varios dedos de las manos. Ahí acababa su expedición. Para su suerte, Blas y Cardelle no estaban solos. Contaban con un gran equipo detrás, quienes vía telemática iban asesorándoles en las diferentes dudas que les surgían durante la travesía.
Tras valorar el momento idóneo para acometer el último paso de su plan de conquista, el 5 de junio fue la fecha que dataron. De esta manera, los escaladores iniciaron, días antes, una subida al 'High Camp' con motivo de dejar allí una pequeña tienda y todo lo necesario para alcanzar la cumbre. Sin embargo, las malas condiciones meteorológicas no les permitieron realizarlo y tuvieron que dejarlo para el día siguiente.
Las noticias eran cada vez peores: el 5 de junio era el mejor día para alcanzar la cumbre y no lo habían conseguido; los escaladores que bajaban al 'medical', lo hacían sin haber alcanzado la cima. Alfonso Blas y Carlos Cardelle se ven abocados a enfrentar un dilema que tiene el descanso como punto base: si descansan demasiado, podrían perder la oportunidad meteorológica de alcanzar la cima.
Después de una larga mañana debatiendo, los protagonistas pusieron rumbo al 'High camp'. Como no podía ser de otra forma, llegaron a su destino. No obstante, los problemas no les abandonarían. Como ellos denominan, de manera jocosa, Alfonso sufrió «una pájara» en la subida. Desde este momento, una hipoglucemia acompañaría a Blas hasta el camino a la cima.
Ya solo quedaba un paso. Solo les quedaba recuperar fuerzas y rezar porque la mañana siguiente fuese despejada. 1000 metros de subida separaban a los escaladores de besar la gloria del Denali. Finalmente, los astros se alinearon. Los alpinistas consiguieron llegar al 'Denali pass' con algunas dificultades por el fuerte viento reinante ese día.
Con un paso sosegado y con un Alfonso con hipoglucemia, los amigos, compañeros de trabajo y hermanos de aventuras lo habían logrado. Alfonso Blas y Carlos Cardelle habían coronado la cima más alta de norteamérica. La alegría era tremenda.
Una vez llegados a la cima, y con todo el sacrificio dando sus frutos, los escaladores quisieron acordarse de diversas asociaciones que luchan en pro de personas con dificultades en el mundo.
Ya en la cima, Alfonso Blas y Carlos Cardelle quisieron mostrar la otra cara de la expedición. Los escaladores dieron gracias «por haber nacido en España, en el seno de una familia bien estructurada», pero fueron conscientes de que existen personas que no han corrido la misma suerte que ellos.
Los protagonistas han querido dar visibilidad a asociaciones como la ONG Rafiki África, quienes trabajan y colaboran con personas ugandesas en la lucha por erradicar la pobreza extrema; Fundación Uner, una plataforma que trabaja en el apoyo e investigación de personas con alteraciones cerebrales o Club R19, quienes trabajan en el apoyo a enfermos de fibrosis quística.
Alfonso Blas y Carlos Cardelle han dejado su huella en la cumbre del Denali. Los escaladores ascendieron 6.190 metros para dar visibilidad a personas que se encuentran en dificultades. Durante la gala, ambos hicieron hincapié en que «esas personas no tienen elección. Nosotros sí la teníamos y por ello nos dieron las fuerzas necesarias para seguir ascendiendo».
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