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Corea del Sur es nuestro futuro. Porque, salvo que algo cambie radicalmente en España, los problemas que ahora lastran la demografía del país asiático serán los nuestros en unos años. No en vano, la surcoreana es la sociedad con la tasa de fecundidad más baja del mundo: 0,72 hijos por mujer, cuatro décimas por debajo de la que registra nuestro país. Y el desplome es impresionante: en 2023 nacieron menos de 230.000 bebés, un tercio de los que llegaron al mundo en el año 2000 y la mitad que en 2015.
En esta coyuntura, un movimiento feminista nacido en 2019 lo complica todo aún más. Se conoce como 4B, y es el puñetazo en la mesa de un creciente número de mujeres hartas del patriarcado. Hartas de que el 80% sea acosada en el trabajo; hartas de que, a pesar de ser un país vanguardista en lo económico y lo tecnológico, la brecha de género se encuentre en el 32%, un porcentaje que deja a la Corea capitalista en el puesto 105 de 146 países.
Es 4B por 'bihon' (no al matrimonio), 'bichulsan' (no al parto), 'biyeonae' (no a las citas) y 'biseksu' (no al sexo). Y las surcoreanas lo practican incluso de forma inconsciente, aunque nunca hayan oído hablar de este movimiento radical. Porque muchos otros factores empujan en esa misma dirección. De hecho, solo el 36% de las mujeres entre 19 y 34 años planea casarse -en 2012 eran el 56%-, un elemento clave en una sociedad que aún no aprueba los hijos fuera del matrimonio, y más del 62% de las trabajadoras entre 25 y 45 años rechaza la maternidad.
A esta situación se suma una dificultad adicional: durante el 'baby boom' que arrancó en la década de 1990 al calor del milagro económico, la tradicional preferencia por los varones disparó su ratio al nacer hasta los 115 por cada cien mujeres. Diez más de lo que se considera natural. Como consecuencia de ello, ahora el número de hombres en la treintena y la cuarentena supera al de las mujeres en casi un millón.
Teniendo en cuenta que la tasa de reemplazo que garantiza una población estable se encuentra en 2,1 hijos por mujer, las previsiones para Corea del Sur son dramáticas: para 2050, la población en edad de trabajar habrá caído a la mitad, y casi uno de cada dos ciudadanos tendrá más de 65 años. En 2100, los casi 52 millones de habitantes de hoy serán apenas 26 millones. Los políticos lo tienen claro: «Es una emergencia nacional».
Cómo solucionarla ya es harina de otro costal. Porque las razones de este vuelco son estructurales y están directamente relacionadas con una emancipación de la mujer que se ha producido sin que se haya reducido sustancialmente el machismo imperante en la sociedad. «Las cosas claras: nosotras hemos avanzado más que ellos. Exigimos un tipo de vida alejado de los valores tradicionales que les han inculcado a ellos. Queremos tener una profesión, pero ellos no están dispuestos a colaborar en las tareas domésticas. Queremos ser independientes, pero ellos son controladores», explica Kim Bong-cha, una mujer de 28 años residente en Seúl.
«Así, es difícil que las exigencias de hombres y mujeres sean complementarias, por lo que encontrar pareja se complica», sentencia. Ella ya solo busca encuentros esporádicos a través de aplicaciones móviles. «Por lo menos, quiero estar satisfecha a ese nivel, aunque ahora hay maravillosos juguetes que salvan la papeleta», bromea, azorada pero con picardía. No se considera feminista y no apoya el movimiento 4B, pero tiene claro que, «si las cosas siguen así, Corea del Sur acabará extinguiéndose».
0,72 hijos por mujer
es la tasa de fecundidad de Corea del Sur, la más baja del mundo. Y sigue en caída libre.
Luego, en un nivel más práctico, Kim señala un claro culpable: el costo de la crianza. No en vano, Corea del Sur es el país en el que tener un hijo sale más caro. Concretamente, según el YuWa Population Research Institute, hacen falta 7,79 años de la renta per capita media para criar a un descendiente hasta los 18 años. Es más del triple que en Francia, y la factura final asciende hasta algo más de 250.000 euros. «Si sumamos a esa barbaridad lo que cuesta el alquiler o la compra de una vivienda en la ciudad, las cuentas no salen. Es imposible», apostilla Kim.
Tratar de gastar menos no es una opción, añade Cho Eun, una treintañera originaria de la ciudad industrial de Busan. «El principal gasto es la educación. La sociedad surcoreana es muy competitiva, y sufre una brecha salarial muy grande entre las pymes y los grandes 'chaebol' (como se conoce a los gigantescos conglomerados como Samsung). Solo quienes tienen una educación excepcional pueden acceder a puestos en esas compañías y garantizarse una vida acomodada, así que las familias hacen lo imposible para que sus hijos respondan a la excelencia exigida», explica. Mientras países como España caen en rankings como el de Pisa, Corea del Sur sube. «¿Pero a qué precio?», se pregunta Cho, incidiendo en el lastre económico y psicológico de las maratonianas jornadas de los estudiantes.
En un intento por detener la inexorable tasa de fecundidad, y alarmado por iniciativas como la del 4B, el gobierno de Seúl ha planteado diferentes medidas económicas. De momento, todas las familias reciben un cheque-bebé de casi 1.500 euros tras el parto, seguido de un subsidio que varía según crece el pequeño: 500 euros hasta su primer cumpleaños, la mitad hasta el segundo, y 150 euros hasta que accede a la educación primaria. Las familias monoparentales y con bajos ingresos reciben una cuantía adicional. «Es completamente insuficiente», coinciden Kim y Cho.
Ellas exigen mejores servicios sociales, como guarderías gratuitas y más facilidades para la conciliación. Porque si algo sorprende en esta situación es que el Ejecutivo de Yoon Suk-yeol impulse una reforma de la legislación laboral para que los surcoreanos puedan pasar de trabajar 52 horas semanales a 69. «Estamos aún muy lejos de las ayudas que se están aprobando en Europa, y eso que nuestro problema es más grave», sentencia la primera.
En un aspecto, no obstante, el Gobierno sí ha propiciado un salto de gigante: el año pasado decidió incrementar las excedencias por maternidad y paternidad hasta nada menos que 18 meses, el periodo más extenso del planeta. Claro que tiene truco: son solo para parejas heterosexuales en los que ambos trabajen y únicamente con tres meses de baja pagada. Poco aliciente, dicen los críticos, para una iniciativa a la que antes, cuando duraba 52 semanas, se acogía el 22% de los padres. Solo en Japón ese porcentaje es más bajo, del 15,3%.
«Nada va a funcionar si no se trabaja en una educación social que reduzca ese machismo que impide a los hombres solicitar derechos como el de la baja por paternidad», comenta Cho, que asegura sentirse mucho más cómoda con hombres occidentales. «Sobre todo europeos que tienen una mirada muy diferente», puntualiza. «Los nuestros, o cambian o se extinguirán como los dinosaurios», ríe. Pero no lo dice en broma.
Una de las grandes diferencias entre la sociedad surcoreana y la europea se ve a simple vista: es especialmente endogámica. Aunque sus 51 millones de habitantes son más que los de España, acoge a menos de millón y medio de residentes nacidos en el extranjero, cuatro millones menos que en nuestro país. Y casi medio millón son personas de etnia coreana que tienen nacionalidad china.El Gobierno quiere darle un giro a esa coyuntura para tratar de insuflar savia nueva a la sociedad. Algo positivo desde el punto de vista de la mano de obra, que también comienza a escasear debido al envejecimiento, y de la natalidad. Porque los principales países de origen de los inmigrantes en Corea del Sur cuentan con tasas de fecundidad más altas.
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Patricia Cabezuelo
José A. González y Lidia Carvajal
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