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La ruta de la inmigración irregular hacia las costas de la provincia de Alicante experimenta un cambio de tendencia: el número de menores llegados a bordo de pateras se dispara. De hecho, en los últimos cinco años alrededor de 400 menores han arribado a las costas de la provincia de Alicante a bordo de este tipo de embarcaciones, según constata Cruz Roja, responsable de los dispositivos de atención humanitaria.
Buena parte de estos niños y jóvenes son captados por las mafias debido a la desesperación que viven en sus países de origen. Incluso hay alguna historia que pone los pelos de punta: un adolescente que acabó detenido por presuntamente ser el piloto de la propia embarcación en la que viajaba.
En enero de 2021, un menor de edad llegó a las costas de la provincia de Alicante, tras más de 50 horas de travesía, como un superviviente de un terrorífico viaje en patera desde Argelia en el que murieron doce personas. Detrás del adolescente, alicaído tras un trágico viaje, se escondía el que era el piloto de la embarcación, obligado por las mafías, según la investigación realizada por la Policía Nacional.
Y es que la inmigración ilegal es un negocio para las mafias, que se lucran económicamente. En este caso, según fuentes policiales, cada víctima pagó entre 1.900 y 2.500 euros por el trayecto hasta España. Cantidades desorbitadas en comparación con el sueldo medio en Argelia, que es de 250 euros mensuales.
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Cruz Roja junto a la Policía Nacional, la Guardia Civil y Salvamento Marítimo vertebran una estructura que vela por la seguridad y los derechos de los inmigrantes que llegan a España. En el caso de la institución humanitaria, las personas que se unen a la causa prestan su labor de manera altruista.
El teléfono de los voluntarios no tiene horarios. Se mantiene encendido a la espera de una llamada que requiera su labor humanitaria. Desde Cruz Roja aseguran que es muy común que las pateras lleguen en la oscuridad, por lo que las noches en vela son algo habitual. Además, lo hacen cuando el Mediterráneo está más en calma, que suele ser entre mayo y octubre.
Eso sí, la satisfacción que sienten tras atender a los inmigrantes que arriban a tierra tras una agotadora travesía por el Mediterráneo compensa todo el esfuerzo. Ese recuerdo revalida su vínculo con el voluntariado. Es su recompensa.
Una vez que los inmigrantes, tras varios días de travesía, llegan a la provincia, la Policía Nacional los traslada al muelle 25 del puerto de Alicante, donde hay un dispositivo de atención sociosanitaria, que «es como si fuese un centro de salud», subraya Marín.
Este dispositivo está compuesto por siete módulos y cuenta con una enfermeria completa. Dispone de monitores, camillas e incluso un desfribilador. Una vez llegan los migrantes, el equipo de Cruz Roja les toma los datos personales, les pregunta el motivo de su llegada y les realiza una primera contención emocional, porque como asegura Marín, «a veces llegan con un impacto emocional bastante grande».
Además, se les realiza la atención sanitaria necesaria: curas, tomas de constantes o traslado al hospital -en caso de que sea más grave-. Asimismo, hay un circuito que comprende ducha, ropa limpia, comida caliente y bebida. Marín destaca que pueden ofrecer una atención mucho más digna de la que se daba hace años, cuando se atendía en la calle o en una playa con un botiquín de primero auxilios. «Hemos ganado mucho en calidad», afirma la responsable.
Debido a que cada vez son más los niños y los bebés que llegan a las costas de la provincia de Alicante, el centro cuenta con una ludoteca para que los menores puedan jugar. Además, dispone de aseos, duchas y baños adaptados. También existe una zona de trabajo y descanso para los propios voluntarios.
Al acabar este procedimiento, la Policía Nacional o la Guardia Civil -depende de quien tenga la competencia- se encarga de la custodia de los inmigrantes. A veces los llevan a comisaría, donde los detienen un tiempo máximo de 72 horas por ser una falta administrativa. Aunque la responsable del dispostivio asegura que lo normal es que no estén mas de 24 horas retenidos.
Cruz Roja destaca que el perfil del inmigrante medio que llega en patera a Alicante sigue prevalenciendo el de un varón de origen argelino, mayor de edad y en buen estado de salud. Sin embargo, el porcentaje de mujeres, menores y bebés no deja de incrementarse, como reflejan las cifras de 2022, cuando el número de ocupantes en este tipo de embarcaciones descendió más de un 50%, según los datos de la ONG alicantina.
Marta Marín es la encargada de gestionar a nivel global en la provincia de Alicante la asistencia a los ocupantes de pateras. La joven relata que ha notado un cambio durante los últimos tres años: «la edad de las personas que atendemos ha descendido. Antes no se veían niños tan pequeños, ni tampoco embarazadas».
Año 2018: 65
Año 2019: 131
Año 2020: 77
Año 2021: 69
Año 2022: 52
Marín asegura que no hay ninguna explicación para este cambio debido a que la inmigración «es un fenómeno inestable, del que no se puede tener una previsión». En 2022 fueron 241 los inmigrantes que alcanzaron la costa alicantina a bordo de 43 embarcaciones, alrededor del 1,5 % de todos los que llegaron a la península. Uno de cada cinco eran menores de edad.
Marta Marín narra a TodoAlicante el protocolo que se activa cuando una patera es avistada en las costas de la provincia. Desde cómo se localizan hasta qué ayudas reciben y adónde les envían. Una labor humanitaria que muchas veces pasa desapercibida.
La voluntaria de la Cruz Roja resalta la importante labor de los voluntarios que atienden de «manera altruista» a estas personas que llegan en «situación extrema». «Vienen de diferentes profesiones, sanitarias o no, y conforme llevan tiempo en la organización van adquiriendo más formación», detalla la joven.
También describe el proceso para entrar en la ONG. El primer paso es una entrevista, donde se analiza el perfil para, en caso de no tener claro en qué grupo colaborar, enviarlos a uno de los Equipos de Respuesta Inmediata en Emergencias (ERIE) que tiene la Cruz Roja. Estos grupos pueden ser de intervención psicosocial, albergue provisional, búsqueda y salvamento en los medios acuáticos y terrestres o el de atención humanitaria a inmigrantes en la costa, entre otros.
Este último es el equipo que dirige Marín, compuesto por siete efectivos de personal laboral y 150 voluntarios repartidos por toda la provincia. Su tarea consiste en brindar asistencia sanitaria y apoyo emocional a los inmigrantes, además de entregarles material de abrigo y alimentación.
La responsable asegura que en Alicante la llegada de embarcaciones precarias no era algo muy conocido. «Desde 2020 comenzó a crecer la llegada de migrantes por esta vía». Aunque todavía no se puede comparar con Canarias, que en el último año recibió más de 15.000 inmigrantes en sus costas, según los datos facilitados por Cruz Roja.
Marín destaca que la mayoría de veces deciden arriesgarse y montarse en la patera porque son perseguidos o por la situación bélica que hay en sus países de origen. Además, narra paso a paso el procedimiento una vez llegan las pateras a las costas alicantinas.
La alerta, esa llamada que puede sonar en mitad de la madrugada, se recibe cuando las embarcaciones son interceptadas en mar o pisan tierra. Si son avistados en el Mediterráneo, suele ser un pesquero quien da el aviso al 112 o un equipo de salvamento que los detecta a través de sus radares. Por tierra hay varias opciones, que los localice la Guardia Civil, la Policía Nacional o algún vecino que los ve correr una vez llegan a las costas.
Marta Marín
La responsable del dispositivo de Atención Humanitaria a Inmigrantes en Alicante relata que incluso hay veces que son los mismos migrantes los que llaman al 112 porque saben que están cerca de las costas españolas y su vida peligra. «Son casos excepcionales, pero ha ocurrido».
El aviso llega al centro de operaciones autonómico, que está situado en Alicante. De inmediato, Cruz Roja activa el protoclo de alerta. El primer paso es preguntar cuántas personas van en la patera, el sexo, la edad y si hay alguien de riesgo. En función de eso, forman el grupo de intervención y lo movilizan.
Este equipo lo forma Marta Marín y depende, según cuenta, del tipo de intervención y del número de personas que llegan. «Normalmente en Alicante recibimos pateras con diez a 15 migrantes a bordo, para lo que movilizamos siete voluntarios. Puntualmente hemos tenido alguna embarcación con 20 o 40, pero no es lo normal».
Cuando los migrantes salen de dependencias policiales, el Ministerio del Interior y el de Inclusión Seguridad Social y Migraciones les asignan lo antes posibles plazas en diferentes centros de primera acogida en todo el territorio nacional para evitar que acaben en la calle. El lugar de destino depende del perfil de la persona.
La provincia cuenta con tres centros: Alicante, Elda y Alcoi; en los que la atención y el perfil de la gente que pueden acoger es la misma. La ubicación del inmigrante depende del recinto que más plazas libres tenga. En caso de que lleguen mujeres con menores o unidades familiares completas se llevan a Valencia, donde se encuentra el centro esepecializado para familias.
Marín ha atendido a todo tipos de migrantes, cada uno con su propio relato. En estos años de incansable labor ha podido observar diferentes perfiles e incluso historias que -dentro de la dureza habitual- le han marcado un poco más. La responsable del dispositivo cuenta que una vez llegó una patera con 25 miembros de origen sirio. «Eran unidades familiares, había de todo: bebés, niños y hasta embarazadas». También relata que llegó una familia que se trajo «hasta a la gata».
A finales del pasado mes de diciembre siete inmigrantes -cinco hombres y dos mujeres- llegaron a la Cala del Tío Ximo de Benidorm. Entre ellos, había una embarazada e incluso un joven discapacitado de 21 años que iba en silla de ruedas. Se trataba de dos unidades familiares de origen argelino que partieron de Tipaza, una de las ciudades costeras del norte del país.
El despliegue de medios y personas que realiza Cruz Roja tiene la intención de facilitar y distender un momento trágico, de miedo e incertidumbre, de un viaje en el que se conoce la fecha y el lugar de salida, pero no se conoce cuando, y lo más duro, si llegarán al destino.
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Lidia Carvajal
Melchor Sáiz-Pardo, Mateo Balín y Álex Sánchez
Álvaro Muñoz | Valladolid y Lidia Carvajal
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