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Laura (nombre fictício) tenía 16 años cuando empezó una relación con su primer novio, David (nombre fictício) de su misma edad, con el que estuvo cerca de dos años. Al principio le trataba muy bien y era «una sensación muy seductora» por lo que era «imposible» no enamorarse de él. Sin embargo, empezó a ver algunos comportamientos un tanto extraños.
La primera vez que notó que algo no iba bien fue cuando su pareja decidió cambiarse de instituto y escoger las mismas asignaturas que ella para que fueran a clase juntos. Fue entonces cuando pasó de compartir parte de su tiempo con él a que «todo su día» fuera con él. Dejó de relacionarse con otras personas, no socializaba con la gente… «No hacía nada sin que él estuviera ahí».
Más tarde empezaron las humillaciones y las vejaciones que, según Laura, no solo se daban a la hora de hablar sino también a través de algunos comportamientos. Una noche se estaba arreglando para salir de fiesta «por supuesto con él» y con más gente y decidió pintarse los labios de rojo. La respuesta de David fue decirle que «de ninguna manera iba a salir así de casa» porque parecía que estaba «pidiendo guerra».
La situación se resolvió con la imposición de David de que Laura no iba a salir así de casa, así que tuvo que quitarse el color de los labios para poder marcharse con su pareja y sus amigos. «Fue un error por mi parte tolerar la manera en la que me humilló en ese momento», lamenta. También explica que durante muchos años fue incapaz de volver a pintarse los labios de rojo porque se sentía mal, aún cuando ya no estaba con esta pareja.
De ahí en adelante las humillaciones eran constantes, pero siempre se producían en el ámbito privado. Cuenta que, en público, David era «adulador y servicial» y que de puertas para afuera ella siempre era la que estaba más veces callada o enfadada con él. Para los demás era «la mala de la película».
Él se encargaba de transmitir que Laura siempre estaba de mal humor y, en compañía de gente, asumía el papel de «alegre y atento». El que sonreía y decía «venga cariño, no estés así». Pero luego al llegar a casa las cosas cambiaban… Ella lo sabía y había veces en las que simplemente «no podía» pretender estar bien.
laura
Víctima de violencia de género
La joven asegura que lo que más le marcó fue el machaque psicológico que sufría. «Sin duda eso fue lo peor», lamenta, porque a diferencia de la violencia explícitamente física, la psicológica le ha dejado huella incluso una vez terminada la relación. «Sigue doliendo mucho después y me han quedado cicatrices».
Cuenta que su autoestima empezó a estar tan dañada que psicológicamente llegó a creer que «no se merecía nada» y que su pareja le estaba «haciendo un favor» por quererle. Ahora, tiempo después, tiene claro que a esa forma de tratar a alguien no se le puede llamar amor de ninguna de las maneras.
Protocolos contra la violencia de género
Laura relata que una gran parte de su relación con David está «muy borrosa» y le cuesta recordar varios acontecimientos. Esto tiene una explicación psicológica y es que, según los expertos, el cerebro «bloquea» una serie de recuerdos traumáticos para evitar el sufrimiento constante. La parte inconsciente de la persona actúa a modo de «protección» para que no se revivan momentos de dolor experimentados en el pasado.
En casos de trauma severo, este hecho puede llegar a convertirse en 'amnesia disociativa', que es un tipo de amnesia que puede llegar a impedir recordar información autobiográfica u sobre otras personas. No son «olvidos» normales, sino que puede suponer la eliminación total de acontecimientos relacionados con un momento o una época traumática, como explica a TodoAlicante la psicóloga Alicia Martínez. Puede ser un «bloqueo» de un recuerdo breve o que la víctima llegue a «olvidar incluso años».
alicia martínez
Psicóloga
El recuerdo más traumático de Laura en su relación con David es una ocasión en la cuál ambos estaban en casa de él y, en medio de una discusión, David le tiró a la cama y pegó un puñetazo a milímetros de su cara. No le rozó, pero el miedo le hizo casi más daño del que podría haberle causado el golpe.
«Sentí pavor», asegura. También explica que no era la primera vez que el joven se expresaba de forma agresiva, ya que en otros momentos de enfado les había pegado a las puertas o a las paredes de la casa. Pero nunca había visto tan cerca de su cuerpo esa violencia, y eso le asustó mucho.
Pero aquel acontecimiento le hizo sentir completamente indefensa porque sabía que si él le pegaba, ella no se iba a defender. Estaba congelada ante la situación. «Sabía que si él me pegaba me iba a dejar pegar y eso me hizo mucho daño. Es doloroso recordar aquello», relata con la voz quebrada.
laura
Víctima de violencia de género
Laura explica que pensaba que su pareja tenía problemas con la gestión de sus emociones y que, además, sus comportamientos personales fomentaban las reacciones de David. Se culpaba a sí misma y consideraba que sus errores podían ser la causa de que él se enfadara y tuviera motivos para pagarlo con ella y tratarla así.
Recuerda que no se le pasó por la cabeza «en ningún momento» que estuviera sufriendo violencia de género. Sin embargo, con el tiempo se ha dado cuenta de que su maltrato empezó mucho antes de que David le pusiera la mano encima. Su creencia es que no se puede maltratar físicamente a una persona -en un entorno de pareja- sin que haya «un maltrato psicológico previo».
«A cualquier persona en su sano juicio le pegas o le dices las cosas que un maltratador te dice y te vas», asevera. Y por eso está convencida de que antes de llegar a las manos hay un proceso detrás. En su caso, confirma, los malos tratos psicológicos fueron «mucho mayores» y más frecuentes que los físicos.
laura
Víctima de violencia de género
El detonante de que Laura abriera los ojos y se diera cuenta de que la situación era más grave de lo que pensara, fue una vez en la que David la «tiró del pelo» y la «tiró al suelo». Relata que hasta ese momento no había sido capaz de reconocer todo el maltrato psicológico pero que, en cuanto le hizo daño físicamente, supo que tenía que «irse» de la relación.
Cuenta que no le resultó difícil tomar la decisión de dejar a su pareja porque tenía claro que quería salir de ahí, pero que sí que le costó mucho ejecutarla porque tenía mucho miedo. «Era realmente aterrador el poder psicológico que ejercía sobre mí», recuerda con la voz temblorosa.
Asegura que cuando intentó dejarle por primera vez, la reacción de David fue decirle que no. Laura parafrasea entre lágrimas lo que le dijo: «No lo estamos dejando porque yo no quiero y esto no se va a acabar solo porque tú quieras». Es esa situación, ella sentía que no tenía opción ninguna a decidir. Además, tenía miedo lo que David pudiera hacer si le dejaba.
Laura
Víctima de violencia de género
Esa firmeza en las palabras de David que «impuso» su opinión sin tener en cuenta «lo que pudiese llegar a hacer si le dejaba». Además, nunca llegó a tomar la decisión denunciarlo. Explica que no quería que «un solo error» de su adolescencia «me jodiera de forma permanente».
«No lo denuncié porque no quería arruinarle la vida aunque él arruinara la mía», espeta. Recuerda que el solo hecho de pensarlo le hacía sentirse mala persona, y que en realidad lo único que ella quería es que aquella relación terminase y que se convirtiese en «un recuerdo del pasado». Para conseguirlo, decidió dejarle y automáticamente marcharse del país para poder hacer su vida fuera lejos de él.
Estuvo tres años fuera de España hasta que se sintió capaz de volver. Ahora tiene 27 años y ha continuado con su vida, ha recibido atención psicológica y sabe distinguir una relación sana de una tóxica. Está feliz rodeada de la gente que le quiere y quiere transmitir su apoyo a todas las jóvenes en esta situación: «se puede salir de ahí. Pide ayuda».
La de Sara es una historia diferente. También tenía 16 años recién cumplidos cuando empezó con Mario, y estuvieron tres años juntos. Pero al contrario que la relación de Laura y David, la de Sara y Mario fue una relación en la que, según ella misma relata «desde el principio» nunca le trató bien. Explica que Mario era un chico que le gustaba desde siempre y que cuando «consiguió» la oportunidad de estar con él le «encantaba» la situación, porque estaba «enganchada a un físico» y le tenía idealizado.
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Cuenta que el joven no era español y, que cuando solo llevaban un mes juntos, su abuela vino de visita a España desde su país de origen. «Me dijo que le encantaría que fuera a su casa a conocerla y luego nos dimos las buenas noches de forma cariñosa», narra. Sin embargo, al día siguiente, Sara recibió un mensaje de su ya novio diciéndole «físicamente no me gustas tanto como pensaba» así como que se olvidara de conocer a su familia y que lo dejaban.
Esa fue la primera vez que Mario le hizo un comentario sobre su físico para menospreciarla, y también fue el momento en el que se inició una relación intermitente en la que habría muchas rupturas y muchas vueltas a lo largo de los siguientes años. Dejaron de hablar, luego volvieron a estar en contacto y la dinámica «era así todo el rato».
mario
Expareja de Sara
Sara cuenta que desde el primer momento de su relación notó que las cosas no iban bien, pero como en ese entonces le importaba más que él era «muy guapo» y le gustaba que le hubiera elegido a ella como novia. «No había manera de que le dejara» aunque Mario le hiciera comentarios «muy fuertes».
La joven recuerda que su ahora expareja no podía soportar que se fuera de fiesta, y que le decía, literalmente: «solo sales de fiesta para follar porque eres una puta y no sirves para nada». Cuenta que para evitar estos comportamientos, fue poco a poco dejando de salir por la noche con sus amigas y que se sentía culpable si lo hacía.
Mario llegó incluso a grabarse teniendo relaciones sexuales con otras chicas -sin su consentimiento- mientras estaba con Sara y a mandarle a la joven los videos «para hacerla sufrir». Luego, cuando ella se quedaba destrozada, le llamaba para decirle que en realidad la otra chica no le importaba y que la quería a ella, pero que con su comportamiento pero que como era «una puta» pues tenía que compensarlo hablando y «acostándose con otras».
Sara explica que en una ocasión Mario le llamó para decirle que había dejado embarazada a otra -no era cierto- solo para hacerle daño. Lamenta que por aquel entonces no se quería a sí misma y que no tenía fuerza de voluntad para decirle 'pero tú de qué vas'. Hacía cosas «tan feas» como esa, pero luego le decía 'te amo' y «todo se solucionaba».
La joven cuenta que su expareja le trataba mal diariamente y le echaba absolutamente todo en cara. Nunca estaba conforme con lo que decía o hacía aunque ella asegura que «hacía de todo por él». Recuerda una vez en la que le llevó comida a casa para darle una sorpresa porque estaba enfadado «sin motivo», y la reacción del chico fue «gritarme, decirme que estaba loca y tirar toda la comida por el pasillo y hacerme recogerla».
Explica que generalmente Mario le trataba mal en privado porque en público le daba algo de vergüenza, aunque «en alguna ocasión» sí que le llamó «loca» y «puta» delante de sus amigos o de otra gente. «Me decía tantas veces que estaba loca que llegué a creérmelo».
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Además, al muchacho no le gustaba que Sonia se arreglara demasiado, pero sin embargo menospreciaba constantemente su aspecto. Le decía que físicamente no le encantaba, que su exnovia era más guapa, le enseñaba fotos con ella, le repetía que dicha expareja era la única persona de la que se había enamorado en su vida y que ella a su lado «no era nada».
Llegó un momento en el que se pasó del maltrato psicológico al físico. Las palabras dañinas no eran suficiente para «castigarla» así que llegó a las manos. La joven narra que en una ocasión Mario estaba hablando por redes sociales con la chica con la que tuvo relaciones sexuales mientras estaba con Sara y ella se lo recriminó.
sara
Víctima de violencia de género
El joven reaccionó gritándole y diciéndole que se callase porque «seguro que ella hablaba con otros» y le exigió que le diera su móvil. La muchacha se negó a dárselo porque no quería que invadiera su privacidad y él insistió en que se lo diera, cada vez más cerca de su cara. Sara asegura que volvió a negarse y lo que recibió fue un guantazo que la tiró al suelo.
Luego Mario se disculpó, le explicó que «se había puesto nervioso» y le dijo que le amaba. Ella le creyó y le perdonó. Y esa fue la primera de muchas otras veces en las que Mario agredió a Sara. La joven recuerda que cuando estaban solos en su casa a veces «se le iba a la cabeza» por algo que ella había dicho o hecho y le pegaba.
Generalmente siempre era por algún ataque de celos o para intentar arrebatarle el móvil y leer sus mensajes porque no confiaba en ella. «Me tiraba del pelo, me empujaba o me apretaba la mano muy fuerte para que tuviera que soltar el móvil», relata. Sin embargo, después de pegarle le repetía que le amaba y, una y otra vez, ella se lo creía y le perdonaba.
En uno de los enfados de Mario en los cuáles quería el teléfono de la joven, le pegó, se lo arrebató con rabia y luego lo lanzó contra la pared. En la habitación se quedaron Sara llorando y su móvil hecho añicos. El chico se marchó de allí y la dejó en aquella situación, esta vez sin disculpa.
No fue ese día cuando Sara decidió dejarle, pero fue un momento tras el que reflexionó. Se dio cuenta de que «no es normal que una persona te insulte y te pegue luego te diga que te ama y tú te lo creas», y fue plenamente consciente cuando vio que el maltrato físico se había convertido en el pan de cada día.
Sus amigos y familiares le decían que le dejara, pero ella sentía que tenía «una venda en los ojos» y le costó bastante tomar la decisión. Echando la vista atrás, Sara explica que ahora le parece increíble todo lo que aguantó. «Es muy fácil verlo desde fuera, pero dentro es otra historia».
Lo que impulsó a Sara a tomar la decisión fue un día en el que estaba en su casa «destrozada en el sofá llorando» llamándole y él no solo no le contestaba, sino que la bloqueaba de las redes sociales y las llamadas. Cuenta que siempre lo hacía cuando quería hacerle ver que estaba enfadado y «castigarla» aunque ella le había hecho saber en muchas ocasiones que esa indiferencia le generaba «mucha ansiedad».
En ese momento decidió que iba a ser ella quien rompiera con él y le bloqueara de todas partes, y así lo hizo. Decidió no denunciarle porque «consiguió lo que necesitaba», que era poner fin a ese bucle de maltrato que era la relación. Además, el chico ya estaba metido en varios líos por peleas y otros asuntos y no quería «complicarle más la vida».
Han pasado tres años desde que la joven finalmente dejó a su expareja y también ha recibido mucho apoyo de sus amigos y familiares. Además, encontró su «zona de paz» en el deporte y refugiarse ahí le ha ayudado mucho a superar todo lo sucedido.
Su mensaje va dirigido a la red de apoyo de las chicas que estén experimentando violencia de género: «Es importante acompañar en todo el proceso y no juzgar, porque por mucho que digan los demás, la única persona que puede abrir los ojos y decir hasta aquí es quien la vive en primera persona».
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Juan Cano, Juan Cano, Sara I. Belled y Clara Privé
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
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