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J. A. G.
Domingo, 5 de marzo 2023, 12:15
El biólogo español Francisco Ayala Pereda, nacionalizado estadounidense y uno de los científicos más relevantes en el mundo de la Biología Evolutiva, ha fallecido este domingo a los 88 años, según ha publicado el científico Lawrence Krauss en su propia web, donde califica a su colega de «erúdito y caballero» y lamenta la «pérdida para la ciencia y para el mundo» que supone su fallecimiento.
Francisco J. Ayala (Madrid, 1934) desarrolló toda su carrera en Estados Unidos, a donde llegó como estudiante y sin saber apenas inglés. Exfraile dominico y dueño de una fortuna importante que amasó invirtiendo en viñedos, donó diez millones de dólares a la Universidad de California en Irvine (UCI), la misma a la que dedicó más de treinta años y que le defenestró acusado por el movimiento #MeToo. Estaba casado desde 1989 en segundas nupcias con Hana Ayala, una experta en conservacionismo medioambiental, y era padre de dos hijos de su primer matrimonio.
Ayala, uno de los genetistas más influyentes del siglo XX, se especializó en el estudio de las secuencias de proteínas para la reconstrucción de la biología evolutiva, y es conocido por sus investigaciones sobre el reloj molecular, una técnica que permite estimar el momento en que dos especies se separaron durante la evolución a partir del número de diferencias entre dos secuencias de ADN. También destacan sus notables aportaciones sobre enfermedades endémicas como el mal de Chagas, la malaria y otras patologías parasitarias.
El español estudió Teología en Salamanca y Física en la Complutense de Madrid, tomó los hábitos en 1960 y un año después se trasladó a Estados Unidos, donde se doctoró en genética por la Universidad de Columbia. Posteriormente, se incorporó a la UCI, donde ejerció la docencia y obtuvo la nacionalidad estadounidense. Fue discípulo de Theodosius Dobzhansky, el genetista más influyente del mundo en los 60 y 70, y quien moriría en 1975 mientras Ayala le llevaba al hospital en su coche tras un ataque al corazón.
Ayala publicó más de 40 libros y un millar de artículos, posee la Medalla Nacional de la Ciencia de Estados Unidos y decenas de reconocimientos, como el Premio Templeton, que le entregó el príncipe Felipe de Edimburgo en Buckingham en 2010. Fue doctor honoris causa por una veintena de universidades de países tan distintos como Grecia, Argentina, Polonia, Rusia, Estados Unidos o España, asesoró al expresidente Bill Clinton en materias científicas y fue miembro de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, que le expulsó en 2021 al dar por probado que acosó sexualmente a varias compañeras.
En Irvine, donde investigaba e impartía clases de biología, llegó a ser el único profesor con el título de ‘University fessor’, el más alto dado por esa universidad. En 2018 esa misma institución dio crédito a los testimonios de tres mujeres que acusaron a Ayala de tocamientos y comentarios sexuales. El centro le despojó de todos los honores y cargos que poseía tras plasmar sus investigaciones en un informe de 97 páginas elaborado por la Oficina de Igualdad de Oportunidades y Diversidad del campus. Él defendió su inocencia y se declaró como una víctima más del movimiento #MeToo.
Entre otras cosas, se constató que durante el curso 2014-2015 el reputado científico ya fue llamado a capítulo por «comentarios vejatorios» e incumplir el código de comportamiento del centro, que tipificaba como acoso «tanto los comentarios y chistes sexuales, como las preguntas sobre la vida sexual y sobre el cuerpo de alguien». Unas pautas que, presuntamente, se saltaba en sus relaciones con las compañeras de la Universidad.
Ayala, por ejemplo, no dudó en elogiar a Kathleen Treseder, entonces presidente del departamento de Ecología y Biología Evolutiva, en términos poco académicos. «Te he visto tan entusiasmada que he pensado que ibas a tener un orgasmo delante de todo el mundo», le dijo una vez. Y en otra ocasión invitó a una profesora junior a sentarse en sus rodillas, aunque él siempre sostuvo que lo dijo en sentido «juguetón» y amistoso. «Fue un mal juicio por mi parte. No lo debería haber hecho ni siquiera como broma», admitió poco después.
No faltaron directivos de la UCI ni compañeras que le disculparon atribuyendo sus comentarios a una galantería arcaica y denunciando una «caza de brujas» contra el biólogo. «Han convertido actos de cortesía en hostigamiento sexual», se quejó Ayala en unas declaraciones a la revista ‘Science’.
Ayala, exsacerdote, no solía responder en las entrevistas cuando le preguntaban si creía en Dios, pero sí estaba convencido de que creer en Dios no implicaba dejar al margen a Darwin a la hora de explicar la diversidad de especies en la Tierra y que ello, aceptar la teoría de la evolución, no tenía por qué ir contra su fe religiosa.
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