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Fotos de las lesiones de la víctima que su abogado aportará a la causa. Sur
El empresario secuestrado por su empleado: «No paraba de darle vueltas a dónde iba a ser mi final»

El empresario secuestrado por su empleado: «No paraba de darle vueltas a dónde iba a ser mi final»

El detenido, que ha quedado en libertad con una orden de alejamiento, habría retenido a su víctima durante casi seis horas en las que recorrió 600 kilómetros, desde Canillas de Aceituno hasta Benidorm

Jueves, 2 de marzo 2023, 09:28

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La historia que van a leer es la de un empresario presuntamente secuestrado por su empleado justo el día que iba a dejar de serlo. Es la crónica de una paliza, seis horas de cautiverio y 600 kilómetros por carretera a ninguna parte. «No paraba de darle vueltas a dónde iba a ser mi final», dijo la víctima a su entorno tras zafarse del agresor.

El relato está basado en el testimonio que el denunciante aportó a la Policía Nacional, a la jueza y a familiares y amigos. Es, por tanto, la versión de la víctima. Lo único ficticio es el nombre de los implicados.

Antonio tiene 45 años y no vive del campo. Se dedica a otros menesteres que le permiten soportar los gastos de una explotación de aguacates que puso hace cuatro años en una parcela de cinco hectáreas en Canillas de Aceituno, en la Axarquía.

Como Antonio vive en Málaga capital y sólo puede acercarse al terreno un par de días a la semana, contrató a Pedro -un vecino de la zona que ahora tiene 30 años- para que le llevara la plantación. Llevaba tres años trabajando para él y era el único empleado de la finca.

La relación personal y laboral fue bien hasta las dos previas al suceso, en las que Antonio empezó a notar a Pedro más nervioso de lo habitual. Le reprochaba algo ajeno al trabajo, un comentario, quizá un malentendido. «Nos tenemos que ver todos en la plaza y aclararlo», le dijo a Antonio y a otras personas del pueblo. La víctima contó a los investigadores que su empleado se obsesionó con esa idea, a la que él no veía sentido alguno.

El 8 de febrero, miércoles, Antonio acudió a la finca porque había quedado con un maquinista -que fue testigo de la conversación- para hacer un movimiento de tierras y allí se encontró a Pedro. Ese día lo vio más nervioso e irascible de lo habitual. «Dame el teléfono de tu padre que yo contigo ya no voy a hablar más», le repetía una y otra vez el trabajador a su jefe. «Mañana no vengas, tienes que ir al médico, tú no estás para trabajar», le respondió el empresario, despidiéndolo.

Tras ese intercambio de palabras, el empleado permaneció un rato callado mientras Antonio conversaba con el maquinista y con otro vecino que se acercó a la finca. A la media hora, Pedro se le acercó y le preguntó si podía acercarlo a su casa porque tenía que cargar con una motosierra y pesaba demasiado. Aunque se tardaba menos a pie que en coche, el empresario accedió a llevarlo, como había hecho otras veces, así que le dijo que la metiera en el maletero. Eran las 19.31 horas.

En la primera parte del recorrido apenas hablaron. Fueron escuchando música en la radio del vehículo. Cuando quedaban cinco minutos para llegar a su casa, Pedro le pidió que parara porque necesitaba orinar. Antonio trató de que decirle que esperara, ya que estaban muy cerca de su domicilio, pero él -siempre según la versión del denunciante- le dijo que no podía aguantar más.

Nada más apearse, supuestamente le dijo: «¿A ti qué te pasa conmigo? Salte del coche que esto lo tenemos que aclarar». Antonio rehusó bajarse y a cambio recibió tres puñetazos seguidos. Según relataría después a las autoridades, Pedro se echó sobre él y supuestamente trató de estrangularlo. Aunque en un primer momento logró zafarse, volvió a atraparlo y lo inmovilizó en el suelo, donde al parecer siguió dándole golpes. Ahí, dijo a su familia, pensó que lo iba a matar.

En esas apareció un coche. Un vecino de la zona que reconoció a Pedro y que intentó calmarlo. Antonio trató de huir e incluso llegó a montarse en este automóvil para escapar, pero Pedro lo sacó a rastras del vehículo y lo devolvió a su coche, donde siguió dándole golpes.

La familia cree que este vecino dio alguna voz de alarma, aunque no se ha podido comprobar este extremo.

Detalle de los daños provocados a la víctima.
Detalle de los daños provocados a la víctima.

Pedro condujo un rato por el monte. El empresario se tiró del coche en marcha. Intentó correr por el campo, pero se caía una y otra vez. Ahí Pedro lo alcanzó de nuevo, le golpeó y lo subió de nuevo en el vehículo, siempre según la versión que proporcionó a la policía.

El sospechoso empezó a conducir por varios carriles de tierra hasta que desembocó en la autovía A-7 y tomó la calzada en sentido Barcelona. Antonio le iba suplicando que no le hiciese nada y que le dejara reparar cualquier mal que le hubiera hecho. Pero Pedro no respondía. Al parecer, se limitaba a palpar unas tijeras grandes de podar que había en el lateral de la puerta o la mochila que tenía bajo sus pies, donde llevaba un cuchillo.

El móvil de Antonio, que estaba colocado en el centro del salpicadero, no paraba de sonar: el maquinista, al que había dejado en la finca, su mujer, preocupada porque tardaba demasiado en volver a casa... Antes de llegar a Motril, Pedro lo cogió y lo lanzó por la ventana. A partir de ahí, ambos se quedaron en silencio dentro del habitáculo.

Según su declaración policial, Pedro conducía bastante rápido. Podía ir a 160 kilómetros por hora. Al llegar a Almería, Antonio empezó a rogarle que diera la vuelta. El empleado no respondía. Si acaso, lo hacía con algún monosílabo.

Y así continuaron hasta la provincia de Alicante. Salieron por primera vez de la autovía en un intento de repostar porque se estaban quedando sin combustible. Pero la gasolinera estaba cerrada. Pedro circuló por carreteras del interior y Antonio le dijo que en la autovía tendrían más posibilidades de encontrar una estación de servicio.

Pedro paró el coche y le pidió al empresario que abriera el maletero y le diera el dinero que llevaba en una mochila para pagar la gasolina. Le dio los 130 euros que llevaba en la cartera y vio la motosierra. Pararon en una gasolinera Repsol situada en el kilómetro 594 de la AP-7. Aunque pensó en huir, Antonio observó que no había nadie y le dio miedo de que Pedro lo alcanzara y lo agrediera de nuevo, según declaró a la policía.

Reanudaron la marcha en sentido Barcelona y justo entonces Antonio recordó que llevaba una llave de repuesto en la guantera del coche. Inventó una excusa. Le dijo que necesitaba beber agua porque había perdido mucha sangre y se encontraba mal. Pararon en una estación de servicio Cepsa situada en Villajoyosa. Pedro se bajó del coche para ir a la tienda a comprar una botella de agua. Y Antonio aprovechó para huir.

Sería la una y media de la madrugada del 9 de febrero. El empresario sacó las llaves de la guantera, arrancó y piso el acelerador. No miró por el retrovisor. Apenas veía la carretera porque su empleado le había destrozado a golpes las gafas correctoras para la miopía. Lo siguiente que atisbó fue una señal de la autovía que anunciaba la salida hacia Benidorm. La tomó y a los pocos metros encontró una gasolinera BP, donde entró a pedir auxilio.

Ingreso en el hospital

Minutos después, se presentaron tres patrullas que la Policía Nacional. Tras escuchar el surrealista relato de Antonio, dos de las unidades se desplazaron a la estación de Villajoyosa, donde localizaron y detuvieron a Pedro. Sin embargo, fue Antonio, y no él, quien pidió a la policía hacer una llamada. Era para su mujer. «Cariño, estoy bien», le dijo.

Antonio ingresó en el hospital comarcal, donde le curaron las heridas que presentaba y le hicieron un TAC para descartar lesiones internas. Recibió el alta a la mañana siguiente. Pedro pasó el día 10 a disposición del Juzgado de Instrucción número 1 de Villajoyosa investigado por detención ilegal, lesiones, robo con violencia y atentado a la autoridad.

Pese a considerar que los hechos revisten «especial gravedad», la Fiscalía no solicitó su ingreso en prisión. En cambio, pidió que se le impusiera una orden de alejamiento de 100 metros respecto al domicilio, centro de trabajo u otros lugares frecuentados por la víctima. Pedro está libre y vive a unos 15 minutos a pie de la parcela donde Antonio tiene plantados sus aguacates.

El abogado Alfredo Herrera, que representa al denunciante, ha calificado de «absolutamente sorprendente» la puesta en libertad del investigado pese a que se le achacan cuatro delitos graves y que, en caso de ser condenado, la totalidad de las penas en su grado medio superarían los ocho años de cárcel. «Una mínima prudencia obliga a la adopción de una pena restrictiva de libertad y no una simple orden de alejamiento de 100 metros», subrayó el letrado del despacho Herrera & Abalos.

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