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J.M.L.
Ciudad Real
Jueves, 19 de septiembre 2024, 12:05
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La campaña de excavaciones realizada este verano en el Parque Arqueológico de Alarcos, situado en Poblete (Ciudad Real), ha sacado a luz un centenar de enterramientos con una cronología que abarca de los siglos IV y I antes de Cristo. Lo más sorprendente es que la necrópolis íbera se ha encontrado en una plantación de pistachos, cultivo rentable y en alza en esta provincia.
Una de las tumbas halladas perteneció a una mujer con una edad de entre 40 y 50 años cuyos restos fueron depositados en una crátera de campana ática que fue utilizada como urna cineraria. Una de las caras de la crátera estaba decorada con una escena dionisíaca en la que Ariadna es protagonista, por lo que se abre la posibilidad de que la difunta se viera identificada a través de la figura de Ariadna.
Al lado de la crátera se depositó una falcata con su vaina que, junto con aquella, se introdujeron en una fosa excavada en la tierra. La excepcionalidad de este hallazgo tiene que ver con el ritual asociado, que es inédito entre los íberos: sobre la crátera reposaban los restos inhumados de 20 individuos. Aunque había algunos huesos largos, predominan los cráneos, muchos en conexión anatómica con respecto a las mandíbulas, lo cual indica que fueron depositados cuando aún tenían tejidos blandos.
En esta misma necrópolis se han descubierto, además, seis tumbas del período Íbero Antiguo y otras 25 datadas entre los siglos III y I antes de Cristo de las cuales destaca una monumental, escalonada y realizada con sillares calizos, posiblemente destinada a albergar los restos de un miembro de la élite social. También es reseñable la presencia de niños inhumados juntos.
Del siglo IV antes de Cristo data el hallazgo de 49 vasos áticos y ungüentarios de pasta vítrea que fueron usados en banquetes rituales en honor al difunto por parte de la comunidad que lo acompañaba en su tránsito al más allá.
Los terrenos que actualmente ocupa el Parque Arqueológico de Alarcos y otros aledaños tuvieron una importante ocupación en época íbera, presentando un grado de urbanismo muy avanzado, lo que permite situar su momento de mayor esplendor en los siglos IV y III antes de Cristo. Más tarde, a finales del siglo XII, fue ocupado por los almohades durante casi dos décadas al encontrarse en el camino que unía Córdoba con Toledo, en una posición intermedia entre las poblaciones de Caracuel y Calatrava. De su pasado almohade han aparecido restos en esta última campaña de excavaciones. En concreto, un cementerio con medio centenar de enterramientos adultos e infantiles que, según los arqueólogos responsables de estas prospecciones, «nos hablan de la idiosincrasia social de la población en el corto periodo histórico de ocupación almohade de la metrópoli pues sólo duró 17 años». El hecho de que algunas de las tumbas sean infantiles indica que la población establecida en torno al castillo de Alarcos estaba formada no sólo por hombres de armas sino también por grupos familiares.
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