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PERRIER-JOUËT

Viaje a la Maison Belle Époque, el corazón de Perrier-Jouët

Descorchar una botella de Perrier-Jouët es hacer un espumoso viaje floral de extraordinaria calidad a través de la historia, el arte y la naturaleza

Texto: Cecilia Marín Fotos: Erea y Manuel Azurmendi

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A unos 150 kilómetros al este de París, un fastuoso manto amarillo vibrante se abre paso en la región francesa de Champagne. Los viñedos, que se extienden a lo largo de 34.000 hectáreas, han adquirido un cariz dorado y, junto a la luz brillante y melancólica propia del otoño, recrean un paisaje resplandeciente que bien podría haber protagonizado La vigne rouge (doré, en este caso) de Van Gogh. La temporada de cosecha ya ha acabado y los viñedos de las regiones vitivinícolas de Montagne de Reims, Vallée de la Marne, Côte des Blancs y Côte des Bar, dispuestos en laderas para aprovechar al máximo la luz del sol y evitar que el agua se estanque, se preparan para su reposo invernal. Adentrarse en el corazón de la región francesa de Champagne durante esta época del año tiene un encanto particular, y más si lo hacemos en las mejores parcelas de toda la Côte des Blancs. Allí tiene sus viñas Perrier-Jouët, la prestigiosa casa de champagne bicentenaria que ha hecho de la uva Chardonnay, del art nouveau y de su pasión por la naturaleza sus señas de identidad. Sus seis variedades de champagne, con su exquisito Belle Époque a la cabeza, reverberan en el paladar el sabor de la tradición y los valores de una casa que ha hecho de lo artesanal y lo exclusivo un emblema único en el mundo.

Fundada en 1811, la firma tiene su sede a pocos minutos de los viñedos, en la famosa Avenue de Champagne de Épernay, conocida como la capital del champagne. Flanqueada por otras de las históricas casas de champagne más reconocidas del mundo, la Maison Belle Époque de Perrier-Jouët ofrece a los visitantes una imponente primera impresión. Por su fachada asciende una enredadera trepadora de hojas cobrizas y las coloridas vidrieras de las ventanas dejan entrever el glamour y la elegancia de una época que marcó estilo: nos traslada directamente hasta la sociedad de la Belle Époque. Y es solo un aperitivo de lo que nos espera dentro.

Una puerta de madera obra de Hector Guimard da la bienvenida al invitado, que puede pasear por la Maison entre muebles diseñados por Louis Majorelle o contemplar el retrato de Yvette Guilbert de Henri de Toulouse-Lautrec que corona una de las estancias. Un paraíso art nouveau solo reservado para invitados especiales de la marca. “Hay dos cosas que distinguen a Perrier-Jouët de otras casas de champagne: la riqueza de su patrimonio y su identidad”, explica Séverine Frerson, cellar master de Perrier-Jouët. “Seguimos haciendo las cosas como las hacíamos hace doscientos años. Vivimos entre la herencia directa de los fundadores y eso tiene un valor singular. Respetamos el pasado de la firma y nos aseguramos de darle continuidad. Tenemos muy clara cuál es nuestra identidad. La naturaleza, el art nouveau y el Chardonnay son los pilares fundamentales sobre los que se sustenta Perrier-Jouët y siempre los vamos a respetar”, manifiesta Frerson, octava jefa de bodega de la firma y la primera mujer en ocupar este cargo en la historia de la Maison.

Los fundadores de Perrier-Jouët, Pierre-Nicolas Perrier y Rose-Adélaïde Jouët, compartían un amor por la naturaleza y las artes que se ha mantenido presente en la firma y en la Maison hasta hoy. Él, viticultor y botánico, y ella, una joven culta procedente de una familia burguesa de comerciantes normandos, fundaron esta casa un año después de casarse con el objetivo de trascender en el mundo del champagne. Su hijo Charles Perrier, también botánico, se hizo cargo de la marca en 1848 con la misma filosofía familiar y amplió el patrimonio. En 1902, Émile Gallé, uno de los padres del art nouveau y amigo íntimo de la familia, diseñó las icónicas anémonas que ilustran cada botella de Perrier-Jouët Belle Époque y el resto es historia.

Las claves del champagne más distinguido

Pero si por algo se distinguen las botellas de Perrier-Jouët, además de por su exquisito diseño, es por su líquido interior. La uva que se cosecha en esta región francesa posee unas características únicas que solo pueden darse en este ‘terroir’ y su elaboración se hace bajo unas reglas específicas de producción que le dan la denominación de origen controlada. De hecho, el respeto por la naturaleza, sus buenas prácticas y su afán de innovación en materia de protección de la biodiversidad llevó a Perrier-Jouët a ser la primera casa de champagne en obtener dos certificaciones de sostenibilidad. ‘Savoir faire’ en estado puro.

“Hay tres cosas que siempre están presentes en la elaboración de nuestro champagne: floralidad, complejidad y elegancia”

Séverine Frerson

Para elaborar el champagne se usan exclusivamente siete variedades de uva, aunque son tres las más habituales: Chardonnay, Pinot Noir y Meunier. Debido a su aroma floral, Perrier-Jouët adoptó la uva Chardonnay como protagonista de su champagne. “Hay tres cosas que siempre están presentes en la elaboración de nuestro champagne: floralidad, complejidad y elegancia”, dice Séverine Frerson, que describe el proceso de creación de sus cuvées, desde la conceptualización hasta el embotellamiento, como un viaje de flores. “Nuestro champagne aporta diferentes aromas florales hasta llegar al ensamblaje final, que simboliza un ramo de flores”, reconoce. “También decimos complejidad porque hemos llegado a un nivel de expertise que nos permite hacer tipos de champagne muy complejos, completos y finos; y elegancia porque es un vino muy elevado y estirado, permanece mucho en boca y la burbuja es muy elegante, algo que no se puede decir de cualquier champagne”, indica.

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Si el periodo de conservación en botella es de mínimo 15 meses antes de llegar al mercado, el champagne de Perrier-Jouët tiene un tiempo de envejecimiento mínimo de tres años. Sus seis cuvées (Grand Brut, Blanc de Blancs, Blason Rosé y los tres Belle Époque) reposan en su impresionante bodega, situada en el sótano de la Maison, que se extiende a lo largo de 10 kilómetros divididos en tres niveles.

La bodega de Perrier-Jouët alberga auténticos tesoros escondidos. Entre ellos, la enoteca L’Edén, una sala que aloja los champagnes añejos más preciados desde 1825. Solo una persona custodia la llave: Séverine Frerson. La última vez que se abrió fue para celebrar el bicentenario de la firma y volverá a hacerlo el próximo mes de diciembre cuando la prestigiosa casa Christie’s subaste en Londres una exclusivísima botella de champagne que ha permanecido en la bodega de Perrier-Jouët durante 147 años: Perrier-Jouët Cuvée de 1874. Por supuesto, esto no es nuevo para la firma. A finales del siglo XVIII, en 1888, se vendió en la misma casa la que durante muchos años fue la botella de champagne más cara de la historia adquirida en una subasta: Perrier-Jouët Brut Millésimé. Quizá la historia se repita esta vez.

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Este contenido ha sido desarrollado por Content Factory, la unidad de contenidos de marca de Vocento, con Perrier-Jouët. En su elaboración no ha intervenido la redacción de este medio.