El quiosco de Julio cierra para siempre y Benalúa dice adiós a un histórico emblema de su placeta
Vecinos y clientes arropan al quiosquero en su despedida por jubilación tras más de cuatro décadas de prensa, madrugones y vida en este barrio de Alicante
Sin ganas de hablar. Así es cómo vive Julio Miralles los últimos días de apertura de su quiosco de prensa, ubicado en la plaza Navarro Rodrigo del barrio de Benalúa, en Alicante. Será este lunes cuando el distrito se despedirá de este histórico emblema, que bajará la persiana por última vez antes de cerrar sus vitrinas.
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La jubilación de Julio pondrá fin a más de cuarenta años de madrugones, de prensa recién llegada y saludos que, durante todo este tiempo, saben a hogar. Los buenos días cambian ahora por la despedida de un punto de encuentro y una rutina que ha formado parte de las últimas décadas del barrio de Benalúa en Alicante.
Y es que la historia de este quiosco arrancó gracias a su madre Consuelo, quien se hizo con la concesión del pequeño puesto ubicado en la esquina de la placeta, entre las calles Foglietti y Arquitecto Guardiola. Primero, según cuenta Julio en sus pocas palabras, lo llevó su padre hasta que él mismo se hizo con las riendas del negocio.
Este alicantino del barrio de Benalúa creció, años antes, entre montones de periódicos. Durante su etapa escolar ya ayudaba a la familia a deshacer los fardos y conducir el destino los ejemplares. Aquel niño que descargaba papel a primera hora y hacía repartos a domicilio es hoy el hombre que apura los últimos días de un oficio que ha sido suyo toda la vida.
Esta ha sido su pasión y quien pasea por el barrio de Benalúa lo ha podido comprobar, al verlo siempre al pie del quisoco, frente a su escaparate, ya sea en días de sol, lluvia o viento. Eso sí, siempre con un buenos días que anima a conocer y explorar la más reciente actualidad.
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Los últimos años del quiosco de Julio
En las estanterías, el tiempo se nota más que nunca. Hace veinte años era difícil encontrar un hueco libre entre los escaparates repletos de cabeceras, coleccionables y suplementos. Hoy, la leja central resiste como símbolo, sosteniendo apenas un puñado de periódicos y revistas. «Poco a poco he ido vaciando», admite Julio, casi en un susurro, mientras termina de ordenar los últimos ejemplares.
Sin embargo, aunque el quiosco de Julio parezca desvanecerse, el barrio de Benalúa se niega a dejarlo marchar sin compañía. Cada mañana, vecinos de todas las edades se acercan todavía. Algunos a por su ejemplar en papel, otros simplemente a ver al quiosquero, a regalarle un buenos días más como los cientos que han intercambiado durante décadas. «¿Cómo estás?», le preguntan. Lo hacen con cariño, con ese brillo nostálgico de quien sabe que asiste al final de una era.
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Porque en ese kiosco no solo se han vendido periódicos. Allí se han comentado titulares, compartido alegrías y preocupaciones, y se daban noticias antes de que fueran noticia. Allí se hicieron amigos, se educó a generaciones de coleccionistas de cromos y se construyó barrio.
Este lunes, cuando la persiana baje, no será solo un cierre comercial. Será la despedida de un punto de encuentro, de una rutina que ha formado parte de la historia y vida del barrio de Benalúa. Quedará la plaza, quedarán los recuerdos y quedarán, sobre todo, los buenos días que Julio repartió sin faltar uno solo -excepto cuando hizo la 'mili' fuera de Alicante- durante más de cuarenta años.
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